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Simonetta Cattaneo compra en Mercadona

  • Foto del escritor: Vito Domínguez Calvo
    Vito Domínguez Calvo
  • 1 abr 2020
  • 2 Min. de lectura









SIMONETTA CATTANEO COMPRA EN MERCADONA


Frente a mí en la cola del súper sonríes al cajero,

iridiscente, tibia,

desbordando tu espalda perfecta ese mar pelirrojo

que pretende ocultar un tatuaje de lirios cortados

sin bucólico escorzo, sin tintes petrarquistas,

ni esfumato difuso que aguarde algún punto de fuga

de tu ágil pareo, cincelado a tu seda,

mientras pisas el suelo mundano en tus chanclas de cruz,

vaporosa, infinita,

anulando las reglas del tiempo que rigen las horas

y la inmensa distancia de siglos que impone el olvido.


De repente me quedo de piedra no estoy ya en Conil,

entorpezco la vida que pasa no avanzo en la cola,

ni es agosto ni es playa este instante que enmarca el presente,

ni siquiera es 2018,

porque abruma tu imagen eterna mi mente enfermiza

ya no sé dónde hallarme,

y no entiendo el ritual que me empuja a mirarte en la esquiva

timidez que me impongo.


¿Sabrás que hubo un tal Sandro?

¿Recuerdas a Vespucci?

Jamás fue tan hermoso engañar a la sabia guadaña

pero tú lo lograste,

regresar desde el trazo del lienzo al presente continuo,

ofrecer a las manos del hombre el color de tu vida,

el sabor de tu copa, tu mirada en el aire

sin querer que pudiera quebrar los futuros posibles.


Jamás fue tan hermoso entregarte a un pasado distinto

¿quién quisiera no hacerlo?

ser ya Venus naciente, bien Cleopatra fingida,

o saberte en la piel virginal de una triste Madonna

mientras él le clavaba al olvido un pincel en el pecho.

La più bella donna, la bella Simonetta,

la sans pareille, la musa del paño y de la pluma,

del cálamo y del temple, de justas y torneos

y muerte detenida.


Al fin pagas, recoges el cambio, dices hasta luego

e ignorando el ruido y la furia que suena en tu móvil

te encaminas afuera

y encarándote al mundo

adivinan las puertas tu prisa entreabriéndose solas.


Cuando salgo las luces del parking ya han roto la tarde y

mientras cruzo la calle

pasa un coche subido de vueltas pitando a mi vera,

eres tú, con la música a tope, sonríes al mirarme,

quien se aleja hacia el centro del pueblo con un Mini rojo.


Hasta aquí la historia, hasta aquí el poema.

Quizás sobren en él los mecanismos,

demasiada estrofa heterométrica,

su inútil, desfasada, isocronía acentual,

tanta armonía vocálica,

hacerlo en 16 mezclándole heptasílabos,

algún endecasílabo (que a veces salen solos)

o aquellos de 14 como este en el que escribo.

Quizá el ritmo ternario, anapéstico,

los encabalgamientos, las pausas, las cesuras,

esa anisosilabia de tono casi épico,

la orquesta consonántica, su alarde de retórica,

sus referencias cultas, sus fragmentos, su estilo.

Puede que incluso sobre hasta el poeta,

que reine otra verdad en el relato, que diga solamente:


«Esta tarde-noche en las inmediaciones de Conil, mientras andaba bastante

despistado, he logrado salvar mi vida gracias a la pericia al volante de una

joven turista italiana que tuvo que esquivarme en el último momento cuando

me disponía a cruzar una avenida fuera del paso de cebra y sin mirar».


Y todo lo demás es literatura.

.

.

Vito Domínguez Calvo

LOCAL DE ENSAYO

[Versátiles editorial,

Huelva, 2019]

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