EL HACEDOR DE TIEMPO
- Vito Domínguez Calvo
- 15 ene 2017
- 1 Min. de lectura
Te voy dando forma muy despacio cada noche viene el día y me destruyo contigo.
Michalis Ganás
Demorado en la pálida tibieza, siendo abrigo del pensamiento frío, como nácar festivo del sollozo nos espera el presente.
Y le abrirías tu casa como se abren los pétalos de los ojos de un niño en la mañana para acudir veloz a arropar los colores entrevistos.
La noche, cruel guarida de frágil terciopelo, los rincones del día invade a veces terca y en su oscura venganza nos ofrece el engaño tras alzarse latente victoriosa en el iris.
Con el mundo a los pies de un nuevo mundo los cuervos del ocaso clavados en el día nos reclaman una visión perdida del ahora. Y en la luz eclipsada de los astros por el sol que nos late anidamos el verbo que promete la sombra salvadora.
Si arde un verso en el cielo ese verso es el alba.
Y en la paz impensable, como alondras distantes, la difusa templanza se adormece en la boca del tiempo.
El presente nos lanza un puñado de tierra hacia los ojos y masticamos fieles la osadía de sentirnos en vida serenados. Y el vacío en su orgullo infinito nos entrega con sus dagas sin fin la piel calada como un tiempo imprevisto rebosante de rabia en nuestra hoguera.
Sentado en la terraza de sus días un hombre hace tiempo en la memoria.
Frente a él la memoria hace tiempo en su mañana.
Vito Domínguez Calvo
Revista “Estación poesía” nº3
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